Esta mañana me he sacudido (relativamente) la pereza y la dejadez a la que me he autosometido estos dias. A las once de la mañana al grito de Joeeellll , a la playa! Hemos cogido carretera y toalla para realizar nuestro particular ritual de todos los años : nuestro primer baño de mar.
En Castelldefels, algún que otro lolailo aparte y dejando el viento a un lado se estaba simplemente genial. Eso sí, me sentía básicamente como una jubilada más, pues aparte de mí, el resto eran todo yayos/as con sus nietos, que digo yo... soy la única persona activa laboralmente hablando que tiene vacaciones en Julio en Barcelona? En fin, rara en mi especie, está claro.
He estado jugando con mi niño un ratito en el agua... no mucho la verdad (la agüela se está haciendo mayor) y luego me he sentado a la orilla del mar para fundir mis pensamientos con las olas y poner algunas cosas en orden, ejercicio mental que realizo desde hace... aproximadamente 5 años y que recomiendo.
El caso es que ... me he sorprendido a mí misma llegando a esta conclusión: no hay nada que poner en orden. Me gusta mi vida tal y como está ahora (si cobrara un poquito más sería la pera en bicicleta vaya por delante), pero por primera vez en muuucho tiempo, estamos las dos en paz, mi vida y mi ego. Evidentemente hay algún que otro tema del pasado que queda sin zanjar, pero como no está en mi mano zanjarlo y depende de terceros, lo dejaré aparcado en un rincón para que no duela o duela lo menos posible.
Hoy ha sido un gran día, un día de niño y risas, de sol y mar, cargado de pequeños momentos de felicidad. Un día de paz y tranquilidad. Un día de descubrimiento. De una gran verdad. De mi verdad: en mi vida, al fin, hay rayos de sol iluminando mis olas de esperanza.
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